Penitencias anticipadas.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Salió temprano para hacer unas diligencias que le apuraban. Tomó el colectivo porque le quedaban unos pocos pesos y no quería gastarlos en taxi ni otras cosas superfluas. Se movió con presteza y logró hacer casi todo lo que se había propuesto. A la iglesia a confesarse y cumplir con la penitencia, pagar un par de cuentas, buscar dinero en el cajero, mirar vidrieras para presentes pendientes y pensar un poco mientras alegraba la vista mirando gente. Luego llamó a Rodolfo y le dijo que esperara un rato si se demoraba. Dale, te espero, no hay problema. ¡Esa voz de Rodolfo! El preferido. Ya había convenido las señas discretas que usarían para encontrarse, sólo tenía que leer el correo que le enviaba. Sólo para esas situaciones era casi siempre puntual.

 Todo empezaba con un correo electrónico  escrito por una tal Hermana Superiora Novak,  Hermana Robledo o una hermana distinta según sea el remitente, y para ello ya tenía varias cuentas fantasmas y personalizadas listas para el uso. A modo de correo cadena para no levantar ninguna sospecha y que pueda ser visto desde cualquier lugar público, privado o incluso pedir a alguien que lea su casilla. Ponía especial atención a que le lean los remitentes y los asuntos. Cuando veía en su casillero “RE: Testigos Católicos. Y Jesús les dijo: Vengan conmigo…Ev.S.Marcos 13.30” ya sabía que tenía que llamar a esa hora y si decía “RE: Testigos Católicos: Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja. Ev.S.Marcos 18:28” se encontrarían en el barcito MarcoPolo para partir a ese destino preanunciado. Siempre leía antes que nada su correo al llegar a cualquier lugar donde haya una computadora. Y lo borraba con el rostro lleno de fruición y satisfacción.

Había salido temprano a comprar algunas prendas íntimas que usaría la próxima vez. Le encantaba sorprenderlo con lencería nueva y vistosa. Esa lencería que él decía que era de las putas y de películas pornográficas. Eso le encantaba. Se depilaba perfectamente todo el cuerpo  cada semana y el día anunciado empezaba sin nada debajo de la ropa.  Sabía que eso lo volvía más loco al viejo porque, decía, así siempre se está listo para la acción en cualquier momento y lugar. Solía mostrar sus compras en el trabajo y se vanagloriaba contando para quién era. Si alguien que llegaba tarde preguntaba algo, sólo reía y todos reían. ¡Dale nomás! Le decían y todo quedaba en la nada y cada quien a su tarea.

Antes de finalizar el trabajo avisó que no llegaría a cenar, una reunión sorpresiva de trabajo. Durante la llamada improvisó una serie de improperios y casi sin dejar que del otro lado hable nadie, fingiendo no escuchar nada además de un enojo tremendo por tal situación y además los reclamos que escuchaba que más ira le daba. Colgó con rabia, pero sonriente. Llegó a la cita. Rodolfo le tomó entre sus brazos y le dio el abrazo fuerte. Que nada sea sospechoso. Y  le dijo: llegaste tarde como siempre, pero no importa, siempre vale la pena. ¿Ya vamos? Y le pasó la mano por las nalgas saboreando de antemano la ausencia de pliegues de otras prendas. Igual vamos a tener un poco de tiempo juntos  ¿Avisaste a tu mujer?